martes, 26 de mayo de 2015

DECENCIA



José Francisco Luz Gómez de Travecedo

Estimado español. Merecéis continuos toques de atención. Acabo de leer en un diario próximo a vos una encendida loa al político honrado. Es conveniente distinguir entre legalidad y decencia. No dudo que la inmensa mayoría de vuestros políticos, señor, practiquen la legalidad pero sí dudo que sean decentes. Verá, señor, en un sistema como el vuestro en el que el legislativo impone el ejecutivo y este le mete mano al judicial, sería de necios no convertir intereses de grupo en ley. Servir, señor, a un sistema político acatando disciplinas de partido,  acudiendo al congreso de vuestros diputados a votar como auténticos cuadrúmanos en algún caso, osando representar al pueblo soberano al que estatutos anticonstitucionales desgarran, tolerando la ocupación de todo el arco parlamentario, todo, incluso de los escaños correspondientes a la fracción del pueblo que no vota porque no quiere ser representada, haciendo posible que el voto, la porción de soberanía de cada ciudadano, no valga lo mismo aquí que allí, tolerando que anticonstitucionales plebiscitos regionales, sean considerados de resultado positivo a la propuesta pese a ser aceptada por una minoría (podemos poner ejemplos: propuesta acerca del Tratado para una Constitución para Europa, aceptado con el 32,34% de los votos; estatuto catalán, aceptado con el 36,21% de los votos) es indecente y lo que nosotros, luzlándeses, no concebimos. Integrarse en una farsa democrática como la que os toca sufrir gozosamente, al parecer, contribuyendo a darle un aspecto de autenticidad y no denunciarla con actitudes de respeto al ciudadano es indecente. ¿Cuánto creéis, señor, que un ciudadano íntegro, al servicio de pueblo soberano, que cantara las verdades del barquero, que hablara por boca de sus electores sin sometimiento alguno a su jefe de filas, duraría antes de ser depuesto y expulsado? Por otro lado, cuando hablamos, señor, de políticos nos referimos a los de primera fila, señor, a los que hacen política, a los que os trastornan con leyes y más leyes que os encorsetan al crear una costra legislativa bajo la que es difícil vivir saludablemente. Creo, señor, ya os lo dije, que sois un país de neuróticos. De ciudadanos cuyo Ego, en un mundo reglado hasta la nausea tiene un gran trabajo intentando dar satisfacción al Ello en los estrechos márgenes de maniobra que permite esa boa constrictor en que se ha convertido el Superego, la corteza moral laica. Algo parece cambiar, sin embargo, según el CIS, para vosotros españoles vuestros políticos son ya la tercera preocupación tras el paro y la economía.



DIALOGO DE CUCOS



José Francisco Luz Gómez de Travecedo

Efectivamente, un dialogo -yo lo llamo de cucos (Cuculus canorus)- imposible, en ocasiones, porque ambas partes pretendidamente interlocutores, utilizan lenguajes distintos y practican el intrusismo. En efecto, el lenguaje del experimentador es comedido y carente de metáforas.  De él se sirve para describir con fría precisión los fenómenos observados que explica por hipótesis que la experiencia confirmó estando presto a sustituirla por cualquier otra si se adapta mejor a los hechos. Es humilde e innovador consciente de que el conocimiento científico también tiene fecha de caducidad. Su finalidad es dar razón por causas formales y materiales quedando reservado el estudio de las causas eficiente y final (entendidas como causas extrínsecas no mensurables), al conocimiento especulativo, a la filosofía (cuando tal conocimiento se presenta como incontrovertible lo denominamos conocimiento religioso por ser, para los  creyentes, conocimiento revelado). Esta, la filosofía, suele recurrir a un lenguaje, por subjetivo, de interpretación laboriosa, en ocasiones incomprensible (¿hablamos del de Hegel?). El especulador suele ser vanidoso y poco dado a la innovación una vez da con una teoría que, según él, permite la adecuada comprensión de los fenómenos por más que carezca del imprescindible contraste experimental y solo este autorizado a exponer sobre causas eficientes y finales. Como vemos, sobre el papel, los ámbitos son distintos y complementarios. Tan es así que multitud de científicos son religiosos porque, al no bastarles los datos especulativos, han encontrado la respuesta a sus preguntas acerca de las causas eficiente y final (del por qué y del para qué del universo) en la revelación.  Basta citar los casos de Newton, Einstein, Planck, Heisenberg y Schrödinger. Es cierto que otros recurren a la filosofía que, asimismo,  busca, desde la razón, explicar por causas eficientes y finales. Es el caso del ateo Monod, premio Nobel de Fisiología y Medicina, año 65. Hasta acá, bien. Si los ámbitos de ambos saberes, pues, son respetados no habrá fricciones, pero no siempre es así y los conocimientos especulativo y religioso invaden el dominio de la ciencia a la que, como el cuco, intentan desplazar. No creo necesario extenderme en lo que ha sido habitual en la historia de la ciencia en Occidente, la confrontación permanente y cruenta con la Iglesia - y no siempre la católica (¿hablamos de Calvino y de M. Servet?) -. Pero, también, aunque en grado menor, ha recibido andanadas desde la filosofía radical. Hay está el marxismo y su materialismo dialéctico que, presa de una soberbia incalificable, pretendió barrer a la ciencia negando el segundo principio de la termodinámica que es un torpedo en la línea de flotación de la ascendente evolución dialéctica. A su vez, científicos hay que niegan al saber especulativo la competencia en el terreno de lo no mensurable. Son los cientificistas que miran por encima del hombro a poetas y filósofos.  Recuerdo ahora lo que Schopenhauer decía de los químicos metidos a filósofos: “Alguien debería decirles a esos señores de tubos de ensayo y retortas que la química por sí sola capacita para ser boticario pero no filósofo”.  Creen que todo es química e ignoran la fuerza del espíritu. Lo he dicho en alguna ocasión: la hipótesis “Dios es el primer motor” no es científica porque Dios no es mensurable, pero en absoluto es absurda. De hecho, el gran Pasteur decía “Poca ciencia aleja de Dios. Mucha acerca a Él”.  Demos, pues, a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar y todo irá bien, excluida la política, naturalmente. ¡Qué Dios os guarde españoles! Amén.



¿SOLIDARIOS?


José Francisco Luz Gómez de Travecedo

Si por solidaridad entendemos, como quiere la RAE, la adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros, yo me declaro insolidario. Ya sé, ya sé que peco, que falto al decálogo moral laico al uso que, por mandar, ordena hasta practicar las obras de misericordia en un alarde de extrema incoherencia. Bien es verdad que las denominan obras humanitarias. ¿Deberé, pues, recurrir a la confesión laica de mis faltas y a solicitar la correspondiente absolución laica luego de cumplir mi pena laica y haber escuchado la laica reconvención del ético? Pregunta en absoluto inoportuna si tenemos presente que los intentos por sustituir la religión divina, en nuestro medio la cristiana, por la humana son continuos y absurdos. ¿O no es cierto lo del bautismo laico? ¿Serán, pues, extrañas la confesión y absolución laicas? Tal parece que 20 siglos de cristianismo europeo no han transcurrido en balde y hasta los laicos más recalcitrantes rezuman religiosidad por todos sus poros. Por supuesto, siempre que no se trate de granujas redomados. Posibilidad esta más que digna de consideración. Sigo. Me declaro insolidario, pero sí partidario de la cooperación entendida como la acción de obrar juntamente con otro u otros para un mismo fin (de nuevo la RAE). Entre otras cosas, porque la eficacia de la solidaridad es prácticamente nula. Los españoles en su mayoría, se declaran solidarios y, sin embargo, según leemos en DEIA de 08-2005, “la población activa española prefiere jubilarse pronto, en torno a los 57 años”, en la Gaceta Sindical de 02-2001 que “solo el 3,7% alargan su vida laboral por encima de la edad marcada como derecho para acceder a la jubilación” y según el “IV Estudio Internacional de Jubilación, elaborado por el grupo AXA (sociedad de seguros), solo el 23% de los españoles encuestados esta a favor de prolongar la edad de jubilación”. ¿Dónde la solidaridad? ¿Dónde el problema? Sin duda, en el concepto habitual, popular, del término: para la gente la solidaridad carece de doble sentido, es acción de dirección única, hacia nosotros, en absoluto recíproca (véase la definición). La cooperación es, por el contrario, siempre de doble dirección porque supone trabajo en común, esfuerzo compartido en la consecución de objetivos comunes. Así, pues, yo cooperador, formo parte de esa exigua minoría dispuesto a trabajar, en condiciones de reciprocidad, cuanto sea necesario en aras del provecho común. ¿Se animan a seguirme?



TARARÍÍÍÍÍÍ...


José Francisco Luz Gómez de Travecedo

¡Hola, hola! ¿Pero que tenemos aquí? -me pregunto cuando por el rabillo del ojo excita mi curiosidad el colorido chillón de un vehículo que rueda por la calzada-, ¿una carrera ciclista, quizás, con sus coches multicolores?, ¿el vehículo de una cadena de televisión, tal vez?, ¿el buga maqueado de un excéntrico, acaso? –sobrepuesto intento contestarme, pero es tarde y el vehículo se pierde a lo lejos-, ¡Qué lástima, señor! –pero no, poco después el mismo vehículo me rebasa en dirección contraria y, prevenido, en sus costados leo: policía de Aragón-. ¡Vaya por Dios! Otra más. Otro pasito en pos del estadito, tararííííí...,  con el que sueñan nuestros autonomistas que ya tienen oficina de Asuntos Exteriores, pronto, presumo, selecciones nacionales y, más y más competencias estatales, tararííííí... ¿Para cuándo una ceca? Por el contrario, ni el más mínimo avance en la obtención del tesoro sacro, ni en la recuperación del patrimonio documental retenido en el Archivo de la Corona de Aragón so pretexto de no quebrarlo, ni en las comunicaciones transpirenaicas (ferroviarias incluidas que también cuentan con detractores: en la red puede leerse un Manifeste contre le projet de túnel sous le vignemale). El Aragón de nuestros políticos localistas en un mediterráneo que juega a estadito, tararííííí..., pero olvida que otrora, siendo reino, fue a remolque del Condado de Barcelona que lo convirtió poco más que en el patio de atrás. Por cierto, ¿dónde se hallan enterrados los reyes de la Corona de Aragón? ¿dónde el panteón real? ¿en san Pedro El Viejo? ¡Tararí que te vi! En Poblet, Tarragona. ¿Lo dudaban? La porfía en acentuar el hecho diferencial, más bien la creación del hecho mismo, por parte de nuestros políticos localistas, todos, es anacrónica, peligrosa -porque es caldo de cultivo del patriotismo que será siempre un sentimiento de identificación contra (en acertada expresión de José Antonio Marina)-, absurda, un pecado económico, contraria a los intereses de los ciudadanos, que se ven enchiquerados, y a los esfuerzos por ampliar nuestro espacio vital. Es Europa nuestro empeño y si algo debemos ser ahora es europeos. No es la policía de Aragón la que interesa sino la de Europa, aún más que la estatal, y que nuestras conexiones con ella sean estas o aquellas: ¿qué más dará?



lunes, 25 de mayo de 2015

PENSAMIENTO Y NACIÓN



José Francisco Luz Gómez de Travecedo

Los historiógrafos nos hablan de la Edad Moderna que precede a la Edad Contemporánea. Edades en absoluto transitadas por el grueso de la humanidad que se rezaga y aún no ha traspasado el umbral de la Moderna. Quiero decir que el Homo sapiens de Linneo es una rara avis entre tanto Homo sentiens de Ferrarotti, entre tanto Homo videns de Sartori. Vale decir que impera el pensamiento mágico, medieval, dado a la superstición. El pensamiento que idea quimeras,  fábula y teje leyendas. Un pensamiento de principios y fines, de causas eficientes y finales que nada sabe de incertidumbres. Para él todo es claro, palmario, evidente. ¿Cómo, pues, tolerará la disidencia? Es pensamiento intolerante, implacable con el contestatario recalcitrante al que no dudaría en mandar a la hoguera o, cuando menos, al ostracismo. Este modo de pensar, al igual que una marca de moda, deja su huella en todo, pero, sobre todo, en la arquitectura (organización) socioeconómica. Es el pensamiento que alumbra el mito de la nación entendida como una deidad que requiere una casta sacerdotal, unos rituales y, por supuesto, unos mandamientos. Frente a él, el pensamiento científico, moderno: el del Homo sapiens. Cada uno tiene su lenguaje. Mientras el de este es conciso, carece de retóricas y apunta a la razón, el de aquel  es pomposo, vano, apunta al sentimiento y cuando político sirve al propósito de calentar los ánimos siendo propio de los demagogos. Es un lenguaje excluyente del otro, apto para xenófobos y contrario a toda cooperación. Aborta todo intento de convivencia sobre bases racionales e impide por completo el progreso. Es el lenguaje propio de sociedades cerradas, anquilosadas, solo aceptables por seres alienados y la casta que los pastorea. Cada vez que oigo hablar a un especialista en derecho foral, de esta o aquella autonomía, me echo a temblar. Es un lenguaje arcaico e incompresible para los hombres modernos. Hombres preocupados por su identidad personal y su lebensraum (espacio vital) ; en absoluto, por tal o cual patria, por tal o cual entidad histórica. Hombres que no entienden de derecho foral porque no aceptan discriminaciones, bulas ni derechos de pernada, Hombres dispuestos a colaborar porque en la ayuda mutua radica el interés personal. Hombres hoy europeos, mañana terrícolas.