José Francisco Luz Gómez de Travecedo
Estimado español. Merecéis continuos
toques de atención. Acabo de leer en un diario próximo a vos una encendida loa
al político honrado. Es conveniente distinguir entre legalidad y decencia. No
dudo que la inmensa mayoría de vuestros políticos, señor, practiquen la
legalidad pero sí dudo que sean decentes. Verá, señor, en un sistema como el
vuestro en el que el legislativo impone el ejecutivo y este le mete mano al
judicial, sería de necios no convertir intereses de grupo en ley. Servir,
señor, a un sistema político acatando disciplinas de partido, acudiendo al congreso de vuestros diputados a
votar como auténticos cuadrúmanos en algún caso, osando representar al pueblo
soberano al que estatutos anticonstitucionales desgarran, tolerando la ocupación
de todo el arco parlamentario, todo, incluso de los escaños correspondientes a
la fracción del pueblo que no vota porque no quiere ser representada, haciendo
posible que el voto, la porción de soberanía de cada ciudadano, no valga lo
mismo aquí que allí, tolerando que anticonstitucionales plebiscitos regionales,
sean considerados de resultado positivo a la propuesta pese a ser aceptada por
una minoría (podemos poner ejemplos: propuesta acerca del Tratado para una
Constitución para Europa, aceptado con el 32,34% de los votos; estatuto catalán,
aceptado con el 36,21% de los votos) es indecente y lo que nosotros,
luzlándeses, no concebimos. Integrarse en una farsa democrática como la que os
toca sufrir gozosamente, al parecer, contribuyendo a darle un aspecto de
autenticidad y no denunciarla con actitudes de respeto al ciudadano es
indecente. ¿Cuánto creéis, señor, que un ciudadano íntegro, al servicio de
pueblo soberano, que cantara las verdades del barquero, que hablara por boca de
sus electores sin sometimiento alguno a su jefe de filas, duraría antes de ser
depuesto y expulsado? Por otro lado, cuando hablamos, señor, de políticos nos
referimos a los de primera fila, señor, a los que hacen política, a los que os
trastornan con leyes y más leyes que os encorsetan al crear una costra
legislativa bajo la que es difícil vivir saludablemente. Creo, señor, ya os lo
dije, que sois un país de neuróticos. De ciudadanos cuyo Ego, en un mundo
reglado hasta la nausea tiene un gran trabajo intentando dar satisfacción al Ello
en los estrechos márgenes de maniobra que permite esa boa constrictor en que se
ha convertido el Superego, la corteza moral laica. Algo parece cambiar, sin
embargo, según el CIS, para vosotros españoles vuestros políticos son ya la
tercera preocupación tras el paro y la economía.